domingo

CONTRA EL SOCIOLOGISMO DEL 45

¿Y EL FALO DE LA TRIBU?
Ya se acercan a los tres mil los visitantes del blog oficial de “Jesús de Punta del Este”. Y los comentarios que recibimos de gente de todas las edades y de muchos países demuestran que el “carozo” visible de la película los conmueve. La historia de la pasión de Leonardo Regusci parece despeinar hasta a los pelados. Porque tanto el “making off” presentado en los festivales de Punta del Este y Piriápolis como el corto del recital de Dino y Leonardo filmado frente a la Torre del Vigía irradian esa especie de dolor dorado que “apalabra” tan bien la estrofa más entrañable de la canción “Tablas”: “Morir sobre un escenario / estando rodeado de amigos / lograr que lleves en los labios / el último de mis suspiros / mi vida / mi alma”. Eso canta el protagonista de “Jesús de Punta del Este” unas horas antes de su muerte. Y es lo mismo que si cantara la memorable estrofa de “Toxi-taxi” de Patricio Rey y sus redonditos de ricota: “Cada día veo menos / cada día veo menos / cada día veo menos / creo / menos mal”. En el Uruguay estamos malditamente acostumbrados, desde que la generación del 45 confundió el arte con el análisis racional de una sociedad, a que los símbolos sean considerados herramientas para describir coyunturas históricas puntuales. Y eso es una aberración vergonzosa. Es como si les pidiéramos a nuestros futbolistas que en lugar de hacer goles nos describieran la situación ecónomica de la clase media. ¿Qué hizo el medio millón de uruguayos que se amontonó frente al obelisco el 27 de noviembre de 1983 para gritarles a los fascistas que se fueran a los cuarteles? Se apoderó del falo universal de la libertad, el que fecunda a las tribus de todos los tiempos. Y allí, arriba de la mismísima Torre del Vigía, Leonardo profiere un alarido revolucionario capaz de sacudir el corazón de cualquier pueblo. Porque la belleza más grande que tenemos los humanos es que estamos materialmente constituidos por partículas de estrellas pulverizadas hace millones de años para que recogiéramos el brillo universal y lo enriqueciéramos con nuestras facciones. Y eso sólo se logra, como sentenció el gran Joaquín Sabina, con “los pies en el barrio y el grito en el cielo”. Sin olvidar, de paso, la estrategia recomendada por el gran Antonio Porchia: “A veces pienso en ganar altura, pero no escalando hombres”.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

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