viernes

PRIMERA MUESTRA DE CINE DEL MAR

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE SE ADELANTÓ AL VERANO


Entre el 9 y el 13 de julio de 2008 se realizó en la Liga de Fomento y Turismo de Punta del Este la 1ra MUESTRA DE CINE DEL MAR, y elMontevideano / Laboratorio de Artes tuvo el orgullo de participar presentando un workshop del largometraje Jesús de Punta del Este.

Al igual que en el que en el PRIMER ENCUENTRO DE CINE NACIONAL y el 4to FESTIVAL PIRIÁPOLIS DE PELÍCULA que se organizaron en 2007, fue el hipercreativo factótum cinematográfico Jorge Jellinek quien nos invitó a integrarnos a esta muestra invernal que el cosmos coronó con una temperatura de primavera casi rabiosa, para hablarlo en Onetti.

Y otro hombre que no mira el cine por el triste agujerito de la cerradura provincial, Jackie Rodríguez Stratta, nos impulsó con una nota televisiva donde entrelazó flashes de nuestro making-off y una entrevista a Álvaro Moure Clouzet donde se sacaron las ganas de soñar con la expansión de una belleza artística uruguaya digna de la Liga Federal artiguista o el 2 a 1 de Maracaná.

En el editorial del folleto de la muestra, el Director General Fernando Luis Goldsman puntualiza con una irrebatible exactitud: Amamos profundamente este lugar y, cuando las cosas se hacen desde el corazón, difícilmente salen mal. Sabemos que el camino es duro, pero contamos con la experiencia de 13 años de trabajo en nuestra querida Punta del Este, que desde hoy, tiene un nuevo sueño. O tal vez, un sueño de película…

Y fue así: un sábado inolvidable. Nuestra delegación, que tiene su pisito estacionario en el Nogaró, fue integrada esta vez por el Director Álvaro Moure Clouzet, el Director de Actores y actor Martín “Pitu” Ferreira, el actor, cantautor y co-guionista Willy Wood, el asesor empresarial, actor y poeta Gerardo Pérez Céspedes y los actores Leticia Acosta, Juan Comesaña, Federico Moure y Kueishya Barrero.

Quien escribe estas líneas, por su parte, co-produjo, co-guionó y reescribió en forma actoral algunas escenas de la adaptación de su novela Jesús de Punta del Este, publicada en 1995.

La exhibición del avance final de la película está prevista para el 15 de noviembre, Día del Cine Nacional, y la avant-première para la Semana Santa de 2009. Y por supuesto que en la propia península.

Un analista muy inteligente, Sandino Núñez, escribió hace ya más de veinte años que en Punta del Este los uruguayos ponemos el set y los argentinos el jet.

Pero eso va cambiando. No olvidemos que hay celeste en las dos camisetas y que los hombres, según el inapelable verso de Paul Eluard, estamos hechos para entendernos. Y cuando nos desentendemos hasta el punto de transformarnos en máquinas de matar, nos conviene recordar la mayor frase que graba sobre la piedra durante su delirio el buen Papá Goriot de Honoré de Balzac: Córtenme la cabeza y déjenme solamente el corazón.

Santo remedio. Ponerse una cabeza nueva y seguir adorando desde el centro del ser.
Y, como está escrito por Leonardo Regusci, el cantautor fernandino que murió ofreciendo la purísima desnudez de su arte para contribuir al desemputecimiento de la humanidad: Un segundo de puro amor te vuelve todo amor.

Gracias. Gracias a todos.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

miércoles

BITÁCORA DE LA FILMACIÓN DE JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (V)


Este nuevo texto que publicamos se titula EL CONRAD y es el adelanto exclusivo para nuestros blogs del capítulo 99 del libro inédito de HUGO GIOVANETTI VIOLA, EL TALLER DE LA VIDA / CONFESIONES.

Cuando filmamos en el Rivendel Gerardo Pérez Céspedes me sugirió que me contactara con el Vicepresidente de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay, encargada de organizar y programar el cuarto Festival Piriápolis de Película que se realizaría entre el 10 y el 12 de agosto de 2007 en el Hotel Argentino.

Jorge Jellinek se interesó enseguida en exhibir el documental Itinerarios I completo y un making-off de Jesús de Punta del Este, y además nos vinculó con la Dirección de Cultura de la Intendencia Municipal de Maldonado, una de las instituciones auspiciantes del Primer Encuentro Nacional de Cine que se desarrolló entre el 16 y el 29 de julio en el Archivo Nacional de la Imagen, la Sala Hugo Balzo del Complejo Sodre y el Hotel Conrad.

Entonces nos decidimos a filmar el concierto de Leonardo Regusci en el anfiteatro barrial de la plaza de la Torre del Vigía el sábado 21 de julio a mediodía, y de noche predicar en bloque en el templo del glamour.


Y Gastón Ciarlo, “Dino”, a quien habíamos visitado en Dolores unas semanas atrás, viajó cinco horas en ómnibus para actuar con Willy Wood y su banda. El autor de Milonga de pelo largo, uno de los doce Capitanes del Vuelo estudiados en el Laboratorio de Artes de Leonardo Regusci, había empezado a gorjear en el 58 y ahora compartía el estribillo de su shakeaspereana milonga Tablas con un muchacho nacido en el 85: Morir sobre un escenario / estando rodeado de amigos / lograr que lleves en los labios / el último de mis suspiros / mi vida / mi alma.

(VER)

La semana pasada el historiador y legendario comunicador Nelson Caula escarbó agudamente durante una entrevista que nos hizo en CX 38: ¿Pero por qué la Torre del Vigía? ¿Por qué el quilombo de Naná?

Y le contestamos lo mismo que a un periodista del Canal 7, en plena ex-Plaza del Recreo, cuando rodamos los primeros exteriores: Porque Punta del Este representa el falso vuelo de Jerusalén, y porque la Torre del Vigía, en cambio, es un falo construido para defender esta tierra. Cuando los ingleses tomaron Maldonado los fernandinos pelearon parapetados en la catedral a medio terminar. Y, con todo respeto, tanto Casapueblo como el Conrad no significan para nosotros más que una especie de pastelería de postal. Y lo que necesitamos es reforzar nuestro perfil iconográfico con belleza uruguaya digna de la Purificación. En todos los niveles. Al establishment le encanta lustrar un Oscar acorde con la culturita del paño tibio, por ejemplo, pero el ganador del Cervantes prefirió morir lejos de la mediocridad oficial. Y el Negro Jefe se hubiera tomado muchos tintos lija con Leonardo Regusci en un quilombo.

Y la noche del 21 de julio presentamos nuestro making-off en un salón del Conrad y vivimos una de esas comuniones con el público que te caldean la vida, como decía Espínola Gómez.



Las representantes del Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Maldonado, Alejandrina Morelli y Roxana Ukmar, tuvieron la extraordinaria idea, al final de la exhibición, de que hiciéramos pasar al frente a todos los integrantes presentes de nuestra democrática comparsa, y allí se unieron para agradecer un eufórico aplauso los niños Federico Moure y Kueishya Barrero junto con Álvaro Moure Clouzet. Willy Wood, Leticia Acosta, Martín “Pitu” Ferreyra, Fernanda Sanjurjo, Cristina Velázquez, Sabrina Speranza, María Isabel Espinosa, Juan Comesaña, Gerardo Pérez Céspedes, Ale Spinetti, Norina Torres, Mónica Pedreira, Judith Varela, Rosa Echenique, Gonzalo Rey, Javier Nadales, Leonardo Nadales, Martín García, Silvia Silvestri y un servidor.

La originalidad de Cristo no sólo es el amor al prójimo, sino particularmente el amor al enemigo, profundiza Alberto Methol Ferré en La América Latina del Siglo XXI: La dialéctica amigo-enemigo en términos cristianos no se resuelve con el aniquilamiento del enemigo, sino con la recuperación del enemigo como amigo.

Volvemos machacar, entonces, con lo expuesto en La Gozadera cuando se realizó el estreno montevideano del making-off de Jesús de Punta del Este:

No puede haber belleza uruguaya en ningún discurso que no genere una base de unión hacia una humanidad nueva fermentada sobre arquetipos universales pero enriquecida con nuestras incanjeables facciones. Y todo esto implica la complicadísima construcción de una cultura con un sentido purificador y enamorado del vuelo. Por eso lo profundamente oriental o uruguayo, como quiera llamársele, tiene que engancharse con Artigas o distanciarse de lo cósmico.
Y no podemos olvidar jamás que el consumismo salvaje es capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza. Le molesta este amor.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

BITÁCORA DE LA FILMACIÓN DE JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (IV)

Este nuevo texto que publicamos se titula LA CRUZ y es el adelanto exclusivo para nuestros blogs del capítulo 98 del libro inédito de HUGO GIOVANETTI VIOLA, EL TALLER DE LA VIDA / CONFESIONES.

A mediados de los 80, el veinteañero estudiante de Facultad de Humanidades Álvaro Moure Clouzet y cuatro amigos antimperislistas se propusieron escandalizar la Playa Ramírez con una performance indiscutiblemente creativa: armaron una cruz de siete metros por tres con tronquitos de los que se usan para hacer arcos de fútbol, la clavaron en la arena apoyándole un Judas-Ratón Mickey sentado sobre una tapa de water y la incendiaron.

Y antes que se lo llevaran preso, mientras observaba las llamaradas heréticas sentado con sonriente tranquilidad en el murito de la rambla, el futuro cineasta le escuchó comentar a una señora: ¿Qué querrá decir esto?

Más de veinte años después, en una de las primeras reuniones de diseño de producción de Jesús de Punta del Este, Álvaro nos propuso hacer lo mismo a Willy y a mí pero en el monumento de los Dedos de la península y cuando nos dimos cuenta que no estaba hablando en joda le tiramos el asunto al óbol haciéndonos los mexicanos casi con diversión pero nos miramos fijo.

Hasta que en 2007 nuestro compañero del alma insistió fervorosamente con la perpetración del revival ochentista y a mí se me ocurrió que podía ser una escena onírica ilustradora de la agonía de Leonardo Regusci y me pasé tres días craneando una frase definitoria de la cobardía posmoderna para ser proferida en off y me quedó muy poética: EL CONSUMISMO SALVAJE ES CAPAZ DE INCENDIARNOS LA FE PARA VENDER TRISTEZA.

A Álvaro le encantó la idea y nosotros nos junamos con Willy como diciendo: Bueno, después de todo a Teilhard de Chardin también lo excomulgaron.

Y en agosto decidimos ponerle el cascabel al diablo y nos instalamos un viernes de noche en el Nogaró y planificamos cada movimiento con un inevitable nerviosismo terrorista y el sábado compramos dos gruesísimos puntales de eucalipto de tres y siete metros en una barraca de Maldonado y pedimos permiso en Prefectura para filmar un fueguito escenográfico y el oficial nos dio el okey entusiasmado por la próxima película y los troncos eran tan pesados que apenas pudimos hacerlos rodar hasta los Dedos aunque igual los clavamos y los atamos y los forramos con sábanas chorreantes de querosén y aceite quemado y después de hacer bruto pozo en la arena nos dimos cuenta que no podíamos levantar la cruz para enterrarla.

Éramos cinco hombres: Álvaro, el Pitu, Willy, Comesaña y yo. Juan recién se nos sumó el sábado porque estaba saliendo de una gripe terrible pero tenía que actuar carcajeando histéricamente frente al fuego del Gólgota. El resto del equipo eran Nanda Sanjurjo y Rosa Echenique, encargadas de las cámaras y la foto fija, y el pobre Fede Moure, que después de vernos echar los bofes durante dos horas sin que un maldito auto se arrimara a ayudarnos, comentó delicadísimamente: Papá, ¿sabés que parece que estuviéramos locos?

Al final nos conformamos con apoyar la cruz inclinada entre dos dedazos del monumento y cuando tremolaron las llamaradas hacia el estrelladísimo cobalto oceánico se pudieron hacer las tomas de Leonardo Regusci y el locutor porteño recortados sobre el trasluz infernal y el traperío se carbonizó en un rato pero la cruz quedó más intacta que la fe de María Magdalena.
¿Querías posmodernidad?

Bueno, allí la tenés. Nadie, lo que se dice nadie nos dio pelota.

Y lo graciosamente triste es que a mediodía habíamos previsto un escándalo apocalíptico tramoyado por la prensa carroñera y la posibilidad de que Moure y yo fuéramos presos y Fede lo tomó con tranquilidad de querube, aunque aclaró que lo que él no quería era que lo internaran en un asilo infantil.

El domingo vimos amanecer la gigantesca cruz apenas chamuscada entre los gigantescos dedos y mateamos sintiéndonos un poco ridículos pero profundamente orgullosos por haber trabajado con tanta garra. Comesaña todavía llora de risa acordándose que apenas llegó a la península arriesgándose a pescarse una bruta neumonia y me preguntó cuánto demorarían en arder los troncos yo puse cara de talibán veterano y murmuré: Quince o veinte minutos.
Pero al volver a casa oriné sangre y Rosina disimuló el susto y se preparó: Acostate y esperá. Y si vuelve a pasarte nos vamos a la sociedad enseguida.

No me volvió a pasar. Los riñones se me quejaron igual que a un tamborilero, nomás. Fue la primera vez, sin embargo, que sentí que podía tener un tumor como el de cualquier hijo de vecino y que ahora estaba enamorado irreversiblemente del atardecer.

(ver secuencia)

HUGO GIOVANETTI VIOLA

lunes

BITÁCORA DE LA FILMACIÓN DE JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (III)

Este nuevo texto que publicamos se titula EL RIVENDEL y es el adelanto exclusivo para nuestros blogs del capítulo 98 del libro inédito de HUGO GIOVANETTI VIOLA, EL TALLER DE LA VIDA / CONFESIONES.

Gerardo Pérez Céspedes es un empresario y poeta que al empezar el milenio construyó un hotel orientado por las coordenadas esotéricas que señalizaban el Axis Mundi de don Francisco Piria y lo bautizó Rivendel en homenaje a Tolkien.

Y en ese mejor lugar concebible de Piriápolis nos alojó un radiante fin de semana otoñal para que filmáramos, entre muchas otras, la escena-clic de la crucifixión de Leonardo Regusci.

Allí se consumó la propuesta de acceder a un cine posible y multimediático de Moure Clouzet, porque se organizó una fiesta-Gólgota donde los invitados, entre los que figuraban el pintor Guillermo Büsch, la psicóloga Raquel Guadalupe, el musicante y fotógrafo Ricardo Comba y el comunicador Miguel Muto, no sabían lo que iba a pasar, más allá de estar conscientes de su participación en una película.

Entonces sube a la tarima Willy Wood completamente desnudo y canta con la guitarra Hombre-árbol-búho: No sé nada de estos días que me quieren decir algo / desde el hueco del dolor. / El latido de la luna en el hombre-árbol-búho / el latido de la cruz. / Y no soy yo y no sos vos / es todo el universo / en el corazón de esta noche. / No sé nada de estos siglos que nos quieren decir algo / del misterio, del amor. / Tus tristezas siempre tuyas tus miserias siempre nuestras / la que lava siempre es Dios.

Meclados con el público están el Rey y la productora-Ahab Federica Finkbein, que filma secretamente al ejecutado con una cámara fotográfica para venderle el material a En trozos en la Punta, un programa chatarrero porteño.

Y Leonardo ataca con En el abrazo final, otro tema de su autoría: Ya perdí lo que nunca fue mío / ya empobrecí hasta el amor / ya falta poco. / Ya lloré por cada humano ya oré / me humillaré hasta humildar / un hombre nuevo. / Y me desintegraré en migas de paz / para que coman todos. / Un relámpago me romperá / en pájaros perfectos. / Me iré. / La lluvia la eternidad un abrazo / el misterio amansará / mis tres tristes ojos. / Y un pájaro se llevará mi corazón / hasta el carozo del sol / se me astillarán los huesos / como huevos de estrella / y me explotarán de los poros mariposas / en el abrazo final / desnudaré todas las canas de mis alas / y me iré con Dios.
Y apenas se levanta y cae fulminado por la explosión de un aneurisma aparece Mariana Ventura, que zafa de un patovica y aúlla escalofriantemente mientras trata de recoger el cuerpo de Leonardo igual que en una Pietà y aquello duró tanto rato que Álvaro me hizo señas para que empezáramos a aplaudir porque pensó que Leticia Acosta había entrado en un trance delirante.

¿Viste cómo podía llorar, Giovanetti?, me toreaba después la vedette carnavalera que nunca quiso ensayar esa escena y aquel día se transformó en una tremenda actriz que ya apiadó y electrizó a las miles de personas de veinte países que vieron el making-off de Jesús de Punta del Este en nuestro blog oficial.

Esa noche también grabaron preciosas escenas Sabrina Speranza, Cristina Velázquez, Horacio Lapuriz, Juan Comesaña, Victoria Césperes, Norina Torres, Mónica Pedreira y el debutante Federico Moure con sus diez añitos.

Y al otro día salimos muy temprano para Maldonado a registrar a Miguel Muto en pleno Canal 7 leyendo el obituario de Leonardo Regusci y liquidamos unos cuantos exteriores en la plaza de la Torre del Vigía, donde se agregaron Martín Pitu Ferreyra, nuestro impagable Judas quilombero y el propio Gerardo Pérez Céspedes, que ya se comprometió a asumir un protagónico en Belleza uruguaya, el próximo largometraje de ficción que realizará elMontevideano.

Y fue todo hermandad. A mí me importaron particularmente las repetidas felicitaciones de Guillermo Büsch, un extraordinario plástico que iba a participar como escenógrafo en el primer Jesús de Punta del Este y que nació sin la más mínima capacidad de regalarle flores inmerecidas a nadie. Y después supimos que la barra de Piriápolis se quedó comentando hasta la madrugada aquel silencio blindado que provocó la cuajadura desnuda del arte de Willy. Y eso es más que un elogio.

Hace poco charlábamos con Juan Martín Moretti, un ex-alumno de guitarra hijo de Blanca Aguirre, la encantadora mujer-muchacha que nos mandó a hacer la nota dominical en El País en el 98 y a la que le vi el alma nada más que a través del teléfono porque a los poquísimos días viajó de golpe al Padre, sobre la luminosa misión que les corresponde cumplir a algunas ráfagas de la desgracia.

Porque si yo no hubiese conservado aquel reportaje tan humillante y Moure no se hubiese emperrado en arrancármelo de las falanges para leerlo en la trinchera estrellada no tendríamos película.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

domingo

BITÁCORA DE LA FILMACIÓN DE JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (II)

El texto que publicamos se titula TEILHARD DE CHARDIN y es el adelanto exclusivo para nuestros blogs del capítulo 97 del libro inédito de HUGO GIOVANETTI VIOLA, EL TALLER DE LA VIDA / CONFESIONES.

En la adaptación cinematográfica de la novela Jesús de Punta del Este, Leonardo Regusci, después de dar su último concierto acompañado por Dino en la plaza de la Torre del Vigía, va a confesarse con el padre Fidel, un viejito glaucomatoso.

El cura iba a ser interpretado por mi amigo Julio Frade, pero las exigencias horarias de nuestros ensayos-talleres me obligaron a aceptar el papel a mí y terminar de narrar algunos tramos del guión en forma actoral. O más bien: reescribirlo frente a las cámaras. Y en un momento me achicó tanto el vértigo que llegué a renunciar a rajatabla, pero pudo más la fe que me tuvieron Állvaro Moure Clouzet, Martín Pitu Ferreyra y la actriz Cristina Velázquez, que colaboró brillantemente en la dirección de algunas escenas, y a la cancha la celeste, como nos arengan Jaime Roos y Raúl Castro en nuestro himno-candombe.

Jorge Presentado, el pródigo párroco de San José de la Montaña nos puso a disposición la parroquia de Havre, y un domingo plateado invadimos la sacristía entre la misa del mediodía y la misa de las seis.

Flor de Lis Yarte, nuestra maquilladora, demoró diez minutos en hacerme irradiar ochenta años y usé el bastón del hermano Manuel y unos lentes culo-de-botella que pertenecieron a la guapísima abuela materna de Rosina, doña Josefa Tambasco de Pastorino, porque quería no ver. Y en cierto momento el cura se siente el Gran Inquisidor de Dostoievski obligado a juzgar al mismísimo arquetipo contemporáneo del Hombre Nuevo y se escapa a buscar grapamiel a un cuarto-biblioteca donde se desahoga un poco con el seminarista Pablo Cossio, que junto con el Negro Piedra y Diego Mongrell fue otro de los que se representó a sí mismo en la película.

Y allí pasó algo decisivo en la búsqueda de nuestra dimensión pleromática. Cuando el cura, por orgullo, no pide ayuda para agarrar la botella que guarda en la biblioteca, tira unos cuantos libros al suelo y se desespera y entonces yo, el guionista, detecté el ejemplar del Teilhard de Chardin de N.M. Wildiers que me prestó el padre Fidel Gil en el 93 y sentí que era imperioso repasarlo porque aquella concepción de la evolución crística de las moléculas y las células provenientes de estrellas despedazadas hasta desembocar en el culmen de la superhumanidad era una imprescindible Fonte de purificación para enfrentarse a nuestro desafío.

Y no me equivoqué. En el último retiro que hicimos en el cuarto piso del Nogaró, Juan Comesaña, el psiquiatra freudiano con cojones intelectuales dignos de su maestro, ya había conseguido y fotocopiado militantemente Lo que yo creo, una colección de ensayos juveniles del asombroso jesuita recuperador del espiralamiento ascendente de la materia a costo de una excomunión que enseguida anuló el Concilio Vaticano II, y la lectura colectiva del artículo Nota sobre los modos de acción de Dios en el universo nos conectó con el invencible estrellerío que impregna el aura de la península, por más taedium vitae y neurosis noósica que pretendan vendernos los esbirros del capitalismo salvaje, sea cual sea su disfraz oportunista.

El primer domingo que filmamos en la parroquia de Havre, además, pudimos enriquecer la dulce esgrima dialogal que rebrilla entre Leonardo Regusci y un sacerdote capaz de captar el inminente viaje hacia la cruz del hombre-muchacho de veinticinco años y absolverlo sin dejarse tentar por la astucia del sentido común fariseico que tantas veces confundimos con la sabiduría. Vale decir: sin tratar de convencerlo de que no dé la vida para que la Mujer Alma de la Humanidad deje de prostituirse.

Y cuando Leonardo Regusci y el padre Fidel se despiden en la puerta de la sacristía nos trenzamos casi hasta la exasperación a propósito de una diferencia personal que tenemos con Willy y le dejamos la resolución abierta al espectador-lector, aunque yo me avivé quedándome con la última palabra.

Cuidate, que somos pocos, no tiene más remedio que recomendarle protocolarmente el padre Fidel al cantante-profeta.

Muy pocos, lo corrige el hombre-muchacho de rastas color miel y se larga a chuequear entre las primeras gotas de la tarde plateada.

Y entonces ya no me sentí el padre Fidel y me acogotó la terrible responsabilidad de no resignarme a aceptar en público ningún resquicio de desesperanza demasiado vinculable al Eclesiastés o a Onetti y aullé:

Muy pocos no. Pocos. Bastantes.

Y la verdad de mi corazón es que nací sabiendo que siempre seremos bastantes y suficientes los decididos a recuperar nuestra reverberación originaria.

HUGO GIOVANETTI VIOLA