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EL PATRIMONIO INVISIBLE


Uno de los acontecimientos culturales profundos que existen en el Uruguay es el llamado Día del Patrimonio. Se inventó con humildad y se hizo popular porque necesitábamos tocar y ver lo nuestro. La película “Jesús de Punta del Este” es un canto al patrimonio invisible que heredamos y legamos, aunque sea a costo de crucifixión, como pasa con Leonardo Regusci. Ya hace bastante tiempo que se puso de moda utilizar la América del Sur invertida que diseñó la genialidad de Joaquín Torres García hace más de medio siglo. ¿Pero cuántos uruguayos entienden que lo que quiso el maestro fue pegarle una pedrada a la soberbia del materialismo de la modernidad que imperaba en el norte? Porque no es un problema de norte o sur ni de quejarnos demagógicamente cacareando que el sur también existe: el problema es que el sur y el norte aprendan a vivir en lo eterno. ¿Y qué nos proponía Torres García desde su vocación de eternidad? Que nuestro sur se transformara en una lanza-falo capaz de aportarle al mundo una virazón de brújula enraizada en la heroicidad descalza y todopoderosa de los que tienen fe en su fe, para hablarlo en Dostoiesvki. ¿De qué sirve que proclamemos la existencia del sur si vivimos con los ojos puestos en la utopía y los pies en la tierra, como le hemos escuchado decir a los teóricos de la posmodernidad que jubiló al Hombre Nuevo? Eso sería lo mismo que decir: tenemos los ojos puestos en lo imposible y los pies en la Casa Blanca. No. La mansión montañosa del Hombre Nuevo es esencialmente inasible a los ojos, como el tatuaje de la libertad que le quedó al corazón de esta tierra después que Artigas fue traicionado y derrotado políticamente. Y el patrimonio más importante es la fe que jamás perdió Artigas en la grandeza humana. Lo que propone “Jesús de Punta del Este” es que América merezca figurar con el vértice enfocado hacia la verdadera revolución del cosmos: la que evoluciona y desemboca en la inmortalidad. Y el que no crea en el patrimonio sobrehumano de nuestra tierra que deje tranquilo al mapa y no se cuelgue medallas que nunca mereció.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

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