DEFENDER EL OZONO
En los últimos tiempos se ha difundido la noticia de que la humanidad ya está en condiciones de empezar a remendar el agujero de ozono que amenazó con transformar nada menos que al sol en nuestro peor enemigo.
Pero Leonardo Regusci, el ya mítico héroe de la película “Jesús de Punta del Este”, sabe que el peor agujero que cavó la modernidad en el sagrado envoltorio terrestre es la gran mordedura de la “fe en una Más Dimensión” que nos sedaba antes que la patrulla de Spinoza and Co. le metieran el diente al pensamiento humano.
¿Conocen a muchos uruguayos que tengan fe en las misteriosas “causalidades” mal llamadas “casualidades afortunadas” que premian infaliblemente al amor, a la paciencia y a la humilde y todopoderosa certidumbre de que estamos hechos para ser felices?
O mucho mejor dicho: ¿conocen a mucha gente que crea que estamos hechos para construir una felicidad blindada, una especie de sobrenaturalidad aquí en la misma tierra, capaz de derrotar a toda la ruindad y los terremotos materiales y espirituales juntos?
Yo creo que hay multitudes y multitudes soñando, en público o en secreto y en todos los países, con poder concretar esa Nueva Dimensión del ser interior y exterior. Y que la humanidad entera ya empezó a remendar irreversiblemente la rajadura de un materialismo tan soberbio que ni siquiera entendió lo que era la materia.
Pierre Teilhard de Chardin, un científico jesuita que terminó transformándose en uno de los hombres más importantes del siglo, tanto para los creyentes como para los escépticos, escribió en 1919, en su “Himno a la materia”: “Bendita seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad” (...) “Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen, de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad. Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida”.
Y es por servir a esa sustancia elegida, que Leonardo Regusci morirá en este mundo a los veinticinco años. ¿Vale la pena, no?
Pero Leonardo Regusci, el ya mítico héroe de la película “Jesús de Punta del Este”, sabe que el peor agujero que cavó la modernidad en el sagrado envoltorio terrestre es la gran mordedura de la “fe en una Más Dimensión” que nos sedaba antes que la patrulla de Spinoza and Co. le metieran el diente al pensamiento humano.
¿Conocen a muchos uruguayos que tengan fe en las misteriosas “causalidades” mal llamadas “casualidades afortunadas” que premian infaliblemente al amor, a la paciencia y a la humilde y todopoderosa certidumbre de que estamos hechos para ser felices?
O mucho mejor dicho: ¿conocen a mucha gente que crea que estamos hechos para construir una felicidad blindada, una especie de sobrenaturalidad aquí en la misma tierra, capaz de derrotar a toda la ruindad y los terremotos materiales y espirituales juntos?
Yo creo que hay multitudes y multitudes soñando, en público o en secreto y en todos los países, con poder concretar esa Nueva Dimensión del ser interior y exterior. Y que la humanidad entera ya empezó a remendar irreversiblemente la rajadura de un materialismo tan soberbio que ni siquiera entendió lo que era la materia.
Pierre Teilhard de Chardin, un científico jesuita que terminó transformándose en uno de los hombres más importantes del siglo, tanto para los creyentes como para los escépticos, escribió en 1919, en su “Himno a la materia”: “Bendita seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad” (...) “Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen, de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad. Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida”.
Y es por servir a esa sustancia elegida, que Leonardo Regusci morirá en este mundo a los veinticinco años. ¿Vale la pena, no?
HUGO GIOVANETTI VIOLA
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