martes

EL CONSUMISMO SALVAJE Y EL OJO DE LA AGUJA




Brecht dijo alguna vez: Estudia siempre el abc de las cosas, no es suficiente, pero no te canses nunca de estudiarlo.

Cuando de acumular bienes se trata, cuando de consumirlos salvajemente se trata, el abc que a diario deberíamos recordar, podría ser resumido más o menos así: la mortaja no tiene bolsillos. Sobre los grandes temas, por ejemplo sobre la futilidad de los bienes terrenales, los genios avisan, los comunes mortales solemos quedar admirados, inteligentes por un rato, luego solemos olvidar.

Voy a citar sólo tres ejemplos, ninguno de ellos utilizó en el siglo en que le fue concedido vivir la expresión consumismo salvaje, esta seguramente fue acuñada hace muy poquito rato, pero creo que la suscribirían.

Dijo un grande de la literatura española, hace ya unos cuantos siglos, mucho antes de que existiesen los tristemente célebres super-mercados, los de grandes superficies, que todo en la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

Otro español inconmensurable, con anterioridad, ante la muerte del padre, escribió: ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos. Todavía no existían las cabeceras de góndolas, por cierto.

Y hace unos 1975 años, año más, año menos, alguien a quien no es ni siquiera preciso nombrar, dijo: antes pasará un camello... Ni siquiera es preciso, en este caso, completar la frase.

El niño moderno, o post-moderno, recibe en algunos casos, no todos, por cierto, tantos regalos, tantos juguetes por ejemplo, que seguramente se irá de la infancia sin haber logrado jugar con todos. La culpa no la tiene el niño, claro. Si el hombre de nuestros días no se detiene a pensar, si cual niño chico imposible de satisfacer, acumula bienes por el sólo placer de acumularlos, se irá casi seguramente de la vida-infancia sin haber siquiera disfrutado de aquello por lo que tanto sudó. Su vida será, en cierto modo, pura niñez intelectual, precioso tiempo consumido en una desenfrenada carrera para tener más y más chiches, sin los cuales, parecería, no resulta posible vivir!! Y mientras sigamos viendo que la publicidad le sigue ganando por goleada la partida al pensamiento del hombre, en tanto los bienes terrenales sigan endiosados, mientras sigamos sintiendo sin palabras que la panza es reina y el dinero es Dios, terminaremos por aceptar, no sin tristeza, que el lema de la película Jesús de Punta del Este tiene plena vigencia: El consumismo salvaje es capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza.

Que así no siga siendo.

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